lunes, septiembre 08, 2008

Otro mañana


Mi personalidad es así.
Cuando el cirujano-oftalmólogo me dijo: "en dos semanas te operamos", yo dije: "viento (?)".
Al mal paso darle prisa.
La operación es corta.
Era muy temprano para abrir las puertas al terror.
Y seguí, como quien se sienta en el tren y abre un libro.
Lo archivé en un estante y hasta me olvidé qué estante era.
Hace unos días vi de nuevo al doctor, ultimamos algunos detalles.
Fue un platillo en el silencio. Suave y reverberante.
Pero de preocupación, nada-nada.
Faltan sólo tres horas para que entre al quirófano y hace ya un rato las inquietudes y las dudas golpearon mi puerta...
"Ya es hora de abrirles" pensé.
Lasik, dioptrías, colgajo corneal, halos, micras, DLK, Excimer, etc.
Se rompió la represa y mi cabeza se volvió, gradualemente, un festivo aquelarre.
En muy poco tiempo voy a estar acostado, con una camisola de cirugía, una cofia, jugando un papel que nunca jugué.
Sometido, como en lo más sádico del relato de Anthony Burgess, encapuchado, con pinzas sosteniendo mis ojos, la modernidad hará su milagro y mi animal interno se sentirá apaleado, inevitablemente.
Luego, según me dijeron, molestias, lagrimeo constante, prohibición total (ACHTUNG!!) de tocarme los ojos con mis garras, sensación de arenilla, visión nublada, reposo, etc...
Yo sé que una vez que entre en el quirófano, el resto irá en bajada.
De ahí en adelante voy vivir todo en fast forward.
Mi mente va a perder su eje de normalidad y va a virar, independiente de cuanta realidad la azote.
Luego mi memoria en esos cocktails de recuerdos que sólo ella sabe hacer va a regalarme pedazos de lo que sucedió.
Voy a flotar el resto del día.
Y mañana, cuando despierte, voy a abrir los ojos y todo va a haber cambiado para mí.
Hace muchos años que uso anteojos, vivo a través de los cristales.
Siempre detrás de ellos, protegido, encarcelado.
Los amo y, a veces los odio.
Mi defecto visual es algo que llevo conmigo desde antes de ser quien soy.
Me haya causado problemas o no, me enseñó mucho, como valorar cosas obvias, o a entender mejor a los más débiles, o a cuidarme más.
Es bagage inevitable en mi vida y mucho más que eso, fue eterna compañía. Hoy despido a un viejo amigo.
Pero, eso no es todo: voy a ver de nuevo al mundo como lo veía cuando era chiquito.
Voy a tener un contacto directo y claro. Y quizás me sorprenda y duela de nuevo.
Algo va a cambiar, eso seguro, y va a ser para mí otro mañana.

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